La logística no es un tema técnico solo para especialistas. La logística es el pan en la mesa, la leche que llega a la casa y a la escuela, la ropa en la góndola y los medicamentos en la farmacia. Cada familia argentina paga, sin saberlo, un impuesto invisible: el costo de nuestras rutas destruidas y de nuestros camiones envejecidos.
En la Argentina, el 90 % de las cargas viajan en camión. Eso significa que cada bache, cada kilómetro de asfalto agrietado y cada motor viejo tiene un precio que se traslada directo a la góndola. Hoy, los costos logísticos en nuestro país equivalen al 16–17 % del PBI, mientras que en Brasil alcanzan el 18,4 % y en México apenas el 13 %.
En términos concretos: si Argentina lograra bajar sus costos logísticos a nivel mexicano, ahorraríamos entre 15.000 y 20.000 millones de dólares al año.

COMBUSTIBLE Y RUTAS DETERIORADAS: ¡EL DOBLE CASTIGO!
El gasoil es la sangre que mueve la economía argentina. En junio de 2025, el litro costaba 1,19 USD en Argentina, frente a 1,10 en Brasil y 1,20 en México
(Agencia Internacional de Energía, 2025).
A simple vista, los precios parecen similares, pero la diferencia aparece cuando los comparamos con los ingresos de los choferes: en Argentina, un camionero gana en promedio 8.500 USD al año, frente a 13.000 en Brasil y 8.300 en México.
Llenar un tanque de 600 litros cuesta 714 USD en Argentina, equivalente al 8,4 % del salario anual, mientras que en Brasil representa apenas el 5,1 %.

Además, el mal estado de las rutas multiplica este problema: según la Fundación Agropecuaria para el Desarrollo de Argentina (FADA), el 40 % de la red vial nacional está en mal estado y el 65 % de los caminos rurales son inadecuados para el tránsito pesado. Esto se traduce en un sobreconsumo de combustible de entre 5 % y 15 %.
En términos simples: un viaje que debería demandar 100 litros puede terminar requiriendo 115, con un costo extra que se multiplica por cientos de miles de viajes al año.

CAMIONES VIEJOS, COSTOS NUEVOS
El parque automotor de cargas en Argentina presenta una edad promedio de 15 años, frente a 11 en Brasil. Más del 66 % de la flota argentina tiene más de 10 años. Cada año adicional implica un 1 % más de consumo de combustible y un 20 % más de costos de mantenimiento una vez superada la década. Esto significa que un camión argentino promedio consume 4 % más de gasoil que uno brasileño y afronta costos de mantenimiento al menos 15 % más altos.
Operar un camión en Argentina cuesta cerca de un 10 % más que en Brasil, únicamente por la antigüedad de la flota.

EL PRECIO QUE PAGAMOS TODOS
Estos sobrecostos afectan a toda la sociedad: en el supermercado, donde los alimentos son más caros por fletes costosos; en las exportaciones, donde nuestros productos pierden competitividad; en las PYMEs, que deben absorber tarifas elevadas; y en los propios choferes, que trabajan con unidades más inseguras y desgastadas.
Según el Foro Económico Mundial (2024), Argentina se ubica en el puesto 86 en calidad de infraestructura vial, con un puntaje de 3,6 sobre 7, por debajo del promedio internacional de 4,07.
MODERNIZAR PARA CREER (¡Y CRECER!)
A las palabras, se las lleva el viento. A la infraestructura crítica, no. Invertir en rutas modernas y en la renovación del parque automotor no es un lujo: es una política que requiere una urgente decisión, que clama con la fuerza de lo impostergable.
Lo que no gastamos en asfalto, lo derrochamos en gasoil. Cada peso que no invertimos en asfalto y en camiones, lo pagamos multiplicado en combustible, seguros, tiempos, accidentes y vidas perdidas.
¿Sabía el lector que en nuestras rutas mueren más personas que en una guerra? En efecto, en un solo año aquí murieron casi tantas personas en accidentes de tránsito (4.369 en 2023) como las que perdió Estados Unidos en ocho años de guerra en Irak. Se trata de una tragedia silenciosa que mata en nuestras calles a un promedio de 12 personas por día. Las crudas estadísticas muestran datos escalofriantes.

Cada camión viejo que sigue circulando significa más siniestros, más contaminación y más costos. Además de la tragedia humana, el costo económico es devastador: entre atención médica, seguros, reparaciones, juicios y productividad perdida, los accidentes viales consumen miles de millones de dólares cada año, dinero que literalmente se esfuma por el mal estado de las rutas.
El ejemplo de los seguros lo expone crudamente: en Argentina, un seguro medio de auto cuesta USD 55 al mes, mientras que en Noruega —país con rutas seguras y apenas 1,5 muertes por cada 100.000 habitantes— el mismo seguro ajustado según PIB per cápita, salarios promedio y paridad del poder adquisitivo de ambos países (Banco Mundial, 2023), costaría USD 17.
Para un camión, la brecha es aún peor: USD 130 en Argentina contra USD 48 en Noruega. En otras palabras, la precariedad vial hace que la logística argentina pague tres veces más en seguros, encareciendo cada tonelada transportada y restando competitividad al país.

Invertir en infraestructura segura no es un lujo, es un ahorro gigantesco: lo que hoy se despilfarra en muertes, hospitales, juicios y pólizas, podría destinarse a rutas modernas que salvarían vidas, reducirían costos y potenciarían la economía.
El costo anual estimado de la inseguridad vial en Argentina equivale a USD 15.000 millones. Esto significa que Argentina gasta mucho más en cubrir las consecuencias de su inseguridad vial que lo que le costaría resolverla.

Brasil y México avanzan con corredores modernos y programas de financiamiento para renovación de infraestructura y camiones. Argentina no puede, ni debe insistir en seguir postergando esta decisión.
EL IMPACTO AMBIENTAL
De acuerdo con el Inventario Nacional de Gases de Efecto Invernadero 2024, el sector transporte generó un total de 55,96 MtCO₂e. Se estima que, eliminando el 15% de sobreconsumo de combustible asociado al mal estado de la infraestructura vial,podrían evitarse aproximadamente 7,3 MtCO₂e.
El valor económico de estas emisiones evitables asciende a 1.159 millones de dólares en el mercado internacional de carbono (considerando un precio de referencia de 158,8 USD/tCO₂e, según datos del Banco Mundial). En el contexto nacional, este ahorro se traduciría en alrededor de 36,5 millones de dólares en concepto de impuestos al carbono (con un valor de 5 USD/tCO₂e).

Adicionalmente, el deterioro del asfalto y la presencia de baches no solo incrementan el consumo de combustible, sino que también provocan daños y desgaste irregular en los neumáticos. Esto genera impactos ambientales adicionales derivados de la necesidad de recambio —incluyendo la disposición final de neumáticos fuera de uso (NFU), así como la producción y transporte de nuevas unidades— y contribuye a la contaminación atmosférica por micropartículas en suspensión producto del desgaste acelerado del caucho.
Actualmente, la vida útil promedio de los neumáticos en camiones de carga es de aproximadamente 5 años. Diversos estudios estiman que una mejora en las condiciones de los pavimentos podría extender esta duración en torno a un 30%, lo que permitiría alcanzar períodos de recambio cercanos a los 6 años y medio (SAE, 2018).
Es un llamado de atención inaplazable: nuestro país no puede seguir tolerando rutas en ruinas ni un parque automotor envejecido. Cada kilómetro destruido y cada camión obsoleto significan pérdidas millonarias, menos competitividad y más riesgos para quienes todos los días sostienen la economía en las rutas. El futuro exige decisiones valientes y urgentes: invertir en infraestructura, modernizar el transporte y recuperar la eficiencia logística que nuestro país necesita.
fuente DIARIO LA OPINION – SERGIO ALADIO Secretario General del Sindicato de Camioneros de la Provincia de Santa Fe